Cómo construir un horno de barro
Elaborar un horno de barro con sus propias manos, más allá de que le permitirá saborear los manjares más exquisitos que haya soñado, tiene a su vez en su construcción una tarea des estresante y a la vez orgullosa: Hecho con sus propias manos.
Las opciones son dos: Puede comprar uno ya hecho, que andan varios; o puede hacerlo usted mismo.
La idea es hacer algo sencillo, pero no por eso de baja calidad, nos referimos a hacer algo tradicional, al mejor estilo de nuestros abuelos o bisabuelos, nada de ladrillos refractarios, tierra refractaria y otros elementos modernos, no. Volvamos a las antiguas enseñanzas.
Un horno chico, como para una familia de cuatro personas alcanzará perfectamente con un diámetro de base de 1,20 metros.
Se colocan cuatro palos “curados” de un grosor medio de 1,20 o 1 metro de altura, depende el tipo de tierra. Sobresaldrán 70 centímetros, por tanto los enterrará a 30 ó 50 centímetros. Una vez colocados puede pisonearlos, o para más seguridad colocarles un poco de mezcla de hormigón. Es de destacar que es recomendable utilizar nivel, para asegurarse que las cuatro patas estén en la medida justa y perfecta.
Luego, como base puede utilizar un pallet tratado (es decir, curado, a los efectos de que la humedad no los eche a perder o las hormigas hagan su trabajo), de los reforzados; o de lo contrario armar una planchada de hormigón, que será un poco más trabajoso.
Si consigue un pallet, que andan aproximadamente en las medidas de 1,50 metros, la ideal para nuestro horno, lo coloca sobre las cuatro patas ya aseguradas, con el material firme.
Allí, sobre el pallet se le coloca una base de cartón grueso (al efecto que entre las ranuras del pallet no se vuelque mezcla). Necesitaremos un compás, pero dado las medidas que utilizaremos, la mejor idea es sacar el radio, colocar un clavo en el medio (¡sin clavarlo!) sólo sosteniéndolo, y con una piola con la medida deseada con una tiza atada en la punta. Allí tendremos un perfecto compás casero.
Alrededor de la circunferencia hacemos un círculo con una hilada de ladrillos.
Aquí es necesario aclarar los materiales:
No tiene ningún sentido comprar ladrillos de máxima calidad, lo único necesario es que nuestro horno conserve el calor, no vamos a construir o revestir una casa. Por tanto vamos a un horno de ladrillos y compramos los de descarte, que los venden a sumas irrisorias, ya que ellos de todas formas tendrán que molerlos y volver a utilizarlos y les es más barato venderlos a precios simbólicos, y para nuestro horno será un material ideal.
Luego viene el barro. Las proporciones son las siguientes: 70% de tierra negra y 30 % de bosta vaca. Y luego mezclar, mezclar, ensuciarse bien las manos hasta lograr una masa homogénea…
Pero no se asuste, la mejor idea es que en el horno de barro al que vaya a buscar los ladrillos compre tierra ya pronta para utilizar, pues tiene los mismos “ingredientes” que necesitamos, y estará mucho mejor “pisoneado” ya que por horas y horas los caballos están haciendo ese trabajo por nosotros. Además, el precio es bajo.
En cada lugar y país ciertamente los precios varían, pero para dar un ejemplo, aquí en Paysandú, Uruguay, un carro grande tirado por caballos cargado de tierra pronta cuesta 5 dólares, que da perfectamente para un horno de las dimensiones que pensábamos.
En la circunferencia de ladrillo se le pone una fina capa de mezcla de arena, cemento y pedregullo. En proporciones 5 de arena, 1 de Pórtland, 1 de pedregullo.
Aquí pasamos a la etapa en la que se debe tener más cuidado: el molido de vidrio. Se toma un par de botellas, se las coloca en una vasija, un tanque recortado, y se las pisonea con un hierro o pisón (es aconsejable poner una manta o sábana sobre los vidrios para evitar que salpique alguna esquirla y nos lastime.
Terminado este paso volcamos y esparcimos el vidrio molido en la circunferencia que dejamos. Después ponemos una bolsa de 50 kilogramos de sal. Estamos hablando en todo momento de ahorro y economía. Es así que va a cualquier agroveterirania y compra una bolsa de sal para consumo animal. Aquí rondan entre los 6 y 7 dólares los 50 kilogramos. La función de la sal y el vidrio es aislante, esto quiere decir que el calor no pasará y quedará siempre dentro de su horno, este paso es elemental. Una vez colocado eso se le coloca una capa de ladrillos arriba, lo que será el piso del horno.
Y aquí llega la etapa de mayor paciencia y cuidado. Primero hágale la boca al horno, 30, 40 centímetros, eso a gusto del consumidor, que entre una fuente relativamente grande. También tenga en cuenta que cuanto más grande la boca mayor pérdida de calor tendrá.
Deja secar un día (la mezcla siempre es con el barro y colocado a mano, obviamente).
Al otro día hace tres hiladas de ladrillo a nivel. Y después empieza la verdadera obra de arte, va partiendo los ladrillos cuidadosamente por la mitad y los va colocando cerrando la bóveda. Las partes cortadas van hacia el lado de afuera, ya que harán prender mejor en la segunda etapa el barro.
Este trabajo requiere de muchísima paciencia. Algunos le ponen armazón de madera por dentro, otros varillas de hierro; pero si tiene mucha paciencia y es conciente que esto es un trabajo para disfrutarlo en el mediano plazo, sin apuro, no necesitará nada de ello. Lo importante es ir despacio colocando ladrillo por ladrillo, descansar y seguir al otro día, pues al estar fresca la mezcla corre el peligro que se desmorone todo.
La cúpula tendrá aproximadamente un metro de altura, y en la parte de atrás a las ¾ partes deberá tener la boca de salida o chimenea. Esto es muy fácil, una lata de durazno abierta de ambos lados será nuestra boca de salida.
Continúa colocando meticulosamente los ladrillos de manera tal que el último ladrillo que coloque deberá quedar en la exacta medida que el clavo que estaba marcado el radio en la base. No es tan difícil, los griegos hacían obras más complicadas.
Allí deténgase, contemple su obra, suspire profundo y diga: ¡esto lo hice con mis propias manos!
Deje reposar una semana
Después viene la etapa de revestimiento de barro (que es la que conservará el calor dentro del horno). Aunque seamos reiterativos, siempre tenga presente que esto es un trabajo de paciencia.
Le pasa una capa de aproximadamente unos 2 centímetros de espesor y lo deja reposar unos tres días. Culminado ese tiempo prende fuego en el horno. Siempre recuerde que el calor del horno se lo da el calor fuerte, por tanto nunca ponga leña negra ni troncos grandes, hágalo con cajones de bananas, cajones o pallet descartables, sin curar.
Luego del primer fuego, en el barro se formarán grietas. Espera un día y vuelve nuevamente a pasar otra mano de unos dos centímetros haciendo especial énfasis en cubrir las grietas. Espera otro día y nuevamente hace fuego. Esta vez las grietas serán casi imperceptibles. Le da la última mano de barro, si quiere exagere un poco más y hágala de unos tres centímetros.
Falta la puerta del horno. Vaya a un herrero de su confianza con las medidas de la boca del horno. Tiene que ser una chapa gruesa, de manera que no pierda el calor. Una buena puerta, de chapa gruesa de buena calidad andará en el orden de los 10 dólares (claro, varía de acuerdo al tamaño de la boca del horno, yo la hice relativamente pequeña pues mi pasión son las pizzas y los panes y una pequeña puerta alcanza y sobra, aparte de conservar más el calor.
Si el horno lo tiene en lugar techado está pronto. Si lo tiene a la intemperie, para evitar el daño de las lluvias hágale una capa de arena y Pórtland. Una proporción de 12 de arena y una de Pórtland. De lo contrarios con el calor del horno el material se agrietará.
Por último. Siempre recuerde que esto no es como un horno de cocina, donde el calor viene desde abajo, aquí el calor viene de todos los sentidos, por eso su cocción es tan rápida. Y lo otro importante es que nunca ponga troncos grandes, el horno se calienta con pequeños trozos de madera muy seca, cajones, piñas, pallet descartables, cajones de bananas, etc.
Aquí ya tenemos el horno. Bien, para la próxima ya comenzaremos a utilizarlo con recetas, mientras tanto, disfrute de su obra de arte. Yo lo hice con mi pequeño hijo, y cada tardecita nos sentábamos a mirar el horno, contemplando nuestra gran obra, por sobretodo porque genera un placer muy especial, que sólo lo siente aquel que se anima sin haber hecho una pared jamás en su vida, como el caso de quien les escribe.